Ingeniería para un planeta azul

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PFAS por doquier: Los “químicos eternos” que desafían la salud y el medio ambiente

Por: Martín Heredia
Ingeniero de proyectos

06-Enero-2025

 

  Desde la revolución industrial, los humanos han aprovechado productos fabricados con sustancias cuyos efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana fueron, en su momento, ignorados. Así ocurrió con el plomo tóxico usado como aditivo en la gasolina; el asbesto cancerígeno empleado en techos y tuberías; los CFC (clorofluorocarbonos) que deterioraron la capa de ozono, y el DDT (dicloro difenil tricloroetano), un pesticida que se acumula en la cadena trófica provocando la muerte de poblaciones animales.

Hoy enfrentamos otro riesgo: los PFAS («Per- and polyfluoroalkyl substances»), o sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas. Aunque estas nomenclaturas pueden sonar desconocidas, es probable que el lector reconozca nombres como Teflón™. Los PFAS están presentes en productos cotidianos como ropa impermeable, sartenes antiadherentes, pantallas de teléfono, empaques de comida, productos de limpieza, champús, adhesivos, espumas contra incendios, pinturas y cosméticos (labiales, delineadores, bases, esmaltes, entre otros).

Químicos eternos

Conocidos como «químicos eternos» por su prolongada persistencia en la naturaleza. Su estabilidad química se debe al enlace carbono-flúor, uno de los más fuertes en la química orgánica, el cual contribuye a su utilidad industrial, pero también permite que estos compuestos persistan en el medio ambiente y en los organismos vivos por largos períodos. Esto presenta un problema, ya que los PFAS pueden bioacumularse; se mueven a través del suelo y se disuelven en el agua, acumulándose en la fauna terrestre y acuática. También, estos compuestos llegan a acumularse en los humanos a través del consumo de agua y alimentos contaminados.

Estructura química del PFOA. Fuente: wlssd.com
Una breve historia

El uso de los PFAS comenzó en la década de 1940, cuando se descubrió su capacidad para resistir al calor, el agua y sustancias oleosas, características que los hicieron especialmente útiles en productos industriales y de consumo. El primer compuesto de este tipo en producirse masivamente fue el Teflón™ (politetrafluoroetileno – PTFE), desarrollado por la empresa DuPont, fue aplicado para utensilios de cocina antiadherentes y otros materiales industriales. Más tarde, se introdujo el PFOA (ácido perfluorooctanoico o C8), utilizado en productos impermeables y resistentes a las manchas. Posteriormente, 3M desarrolló los PFOS (sulfonatos de perfluorooctano), que se emplearon en espumas contra incendios y productos de limpieza industrial (Grandjean & Clapp, 2015).

Actualmente, existen cerca de 14,000 tipos de PFAS catalogados (EPA, 2022), aunque algunas bases de datos reportan hasta siete millones (Schymanski, y otros, 2023). Los PFAS se liberan al medio ambiente a través de procesos industriales, instalaciones de manufactura y el uso de productos que los contienen. Pueden ingresar a las fuentes de agua mediante descargas industriales, lixiviados de vertederos y el uso de productos contaminados.

Vieja propaganda de sartenes antiadherentes. Fuente: lindsaydahl.com
Efectos en la salud humana

Hallazgos de los primeros estudios, realizados en los años setenta, relacionaron los compuestos PFOA y PFOS, entre los más producidos, con varios tipos de cáncer, como el de riñón, testículo y próstata, aunque sus mecanismos continúan investigándose. Otros efectos observados incluyen problemas de fertilidad, alteraciones en el colesterol, efectos en el sistema inmunológico y en el desarrollo fetal. En poblaciones cercanas a plantas productoras de PFAS, los niños presentan mayores concentraciones de estos compuestos en sangre, lo que sugiere una mayor vulnerabilidad. Además, se ha documentado una menor respuesta de anticuerpos en personas expuestas, impactando especialmente a recién nacidos y niños, y afectando su respuesta a las vacunas. La exposición durante el embarazo puede provocar bajo peso al nacer, retrasos en el crecimiento y alteraciones hormonales que afectan el desarrollo inmunológico y neurológico, ya que los PFAS pueden transferirse a través de la placenta y la leche materna.

Cabe destacar que no todos los PFAS han demostrado causar problemas de salud; sin embargo, el PFOA y el PFOS, los más estudiados, han sido identificados como particularmente peligrosos, lo que ha llevado a su regulación en varios países. Se han introducido PFAS de cadena corta como alternativas “más seguras,” aunque sus efectos a largo plazo aún no se conocen. Dado que la categoría PFAS abarca miles de compuestos, muchos no han sido lo suficientemente estudiados para evaluar sus riesgos para la salud.

Una gota en 20 piscinas olímpicas

Cuando se analizan las concentraciones de PFAS en el agua o en la sangre, se detectan niveles extremadamente bajos, en el orden de partes por billón (ppt, del inglés “parts per trillion”). Para ponerlo en perspectiva, 1 ppt equivale a una sola gota de agua en 20 piscinas olímpicas. Algunos países ya han comenzado a establecer límites en las concentraciones totales de PFAS o de compuestos específicos de PFAS en el agua. En cuanto a la salud, no existe un consenso global sobre un límite de concentración “seguro” de PFAS en sangre. En el año 2000, informes en los Estados Unidos ya habían encontrado concentraciones detectables de PFOS y PFOA en toda la población del país, siendo estas hasta mil veces mayor en poblaciones cercanas a plantas productoras de PFAS (Calafat et al., 2007). 

Durante años, los PFAS fueron considerados sustancias inertes y poco tóxicas, un error similar al cometido con el asbesto, los aditivos de plomo en la gasolina y el DDT. Aunque estas sustancias fueron reguladas tras años de investigación científica, la legislación no siempre avanza al ritmo de los descubrimientos ni de manera uniforme entre los países. En Ecuador, no existe normativa sobre los PFAS ni límites establecidos para su concentración en agua o sangre. En la región, la regulación es insuficiente, aunque países como Brasil ya trabajan en políticas específicas. Es momento de que las autoridades ecuatorianas se familiaricen con este tema, tomen medidas concretas y promuevan legislación para proteger la salud pública y el medio ambiente.

 

Referencias:

Calafat , A. M.  et al. (2007). Polyfluoroalkyl chemicals in the U.S. population: data from the National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) 2003-2004 and comparisons with NHANES 1999-2000. Eviron Health Perspect, 115(11). doi:10.1289/ehp.10598

Grandjean, P., & Clapp, R. (2015). Perfluorinated Alkyl Substances: Emerging Insights Into Health Risks. NEW SOLUTIONS: A Journal of Environmental and Occupational Health Policy, 25(2), 147-163.

Schymanski, E. L. et al. (2023). Per- and Polyfluoroalkyl Substances (PFAS) in PubChem: 7 Million and Growing. Environmental Science & Technology, 54(44), 16918-16928.

 

Límites recomendados en agua y sangre por algunas organizaciones. Fuente: Elaboración propia
Sobre el autor:

Martín Heredia: Ingeniero de Proyectos/ Ingeniero químico